Los niños comienzan a decir sus primeras palabras después de casi un año de haber estado expuestos al lenguaje. Escuchan a un sinfín de personas en múltiples situaciones, con una gran riqueza de vocabulario y entonaciones. Por eso cuando empiezan a hablar ya «saben» mucho más de lo que pueden verbalizar y han aprendido que el lenguaje es un medio a través del cual se expresan deseos, opiniones, estados de ánimo… es un instrumento muy útil en su pequeño mundo. La lengua se aprende con la comunicación y la interacción social.
En el caso de los niños bilingües la estimulación lingüística es fundamental para lograr que la lengua que se habla en casa no se quede atrás frente a la de la comunidad o la del colegio. Así que para que aprendan un idioma tienen que pasar tiempo con sus padres. Ellos deben crear las oportunidades para que escuchen con interés, puedan responder, les guste participar en las conversaciones y se sientan motivados para comunicarse de una forma activa; ya tengan tres o diez años.
El tiempo es un factor clave, precisamente lo que más falta en la mayoría de las familias. Sin embargo el lenguaje es algo que está presente en nuestra vida diaria, es una habilidad humana que impregna todo aquello que hacemos. Así que con un poco de imaginación o un buen asesoramiento profesional todo el mundo puede encontrar la forma de incorporar a su dinámica familiar ese apoyo extra que necesita el niño.
Por ejemplo, un paseo por el bosque puede ser relajante pero si durante el recorrido vas diciendo a tu hijo cómo se llaman las flores o de qué color son, si contáis por turnos árboles o inventáis figuras en la forma de las nubes… habréis convertido una hora de reloj en un momento divertido de español.
Hablar y escuchar, ¡que a veces no tenemos paciencia para esperar a que digan algo y les acabamos nosotros las frases!
Así es, hay que dejar «espacio» para que tomen la iniciativa para hablar y eso comienza por escucharlos.