– Porque yo te he hablado en español desde que naciste. Queríamos que crecieras aprendiendo a hablar holandés y español porque… (Traté de explicarle; pero me interrumpió intuyendo el discurso sobre las grandes ventajas del bilingüismo).
– Ya. Eso ya lo sé. Lo que yo digo es que ¿por qué puedo entender español sin hacer nada? Yo hablo cuando quiero, pero no hago nada y lo comprendo, ¿por qué?
Las preguntas que se hacen los niños sobre su manera de hablar suponen un inicio en la reflexión consciente sobre el lenguaje, es el metalenguaje.
«Esta consciencia lingüística hace referencia a la habilidad para tratar el lenguaje objetivamente, para reflexionar sobre él y manipular sus estructuras fuera de su función comunicativa» (Sylvia Defior, universidad de Granada).
En la anécdota de mi hija observamos que la niña había llegado a la conclusión de que comprender y expresarse en español son dos cosas diferentes y que el primero tiene un componente pasivo que se escapaba de su control.
Pensar sobre «sus» idiomas es algo que los niños bilingües hacen con frecuencia, creo que todos los padres vivimos situaciones curiosas o divertidas gracias a esta habilidad cognitiva.
¿Y tiene esto alguna implicación práctica de cara a su desarrollo evolutivo? Pues gracias a estas reflexiones sobre la forma, el contenido o el uso de las lenguas que aprenden, están entrenando las habilidades metalingüísticas, que son fundamentales para el éxito en los procesos de lectura y escritura. Y en cualquier caso es una «gimnasia mental» estupenda, como la que hice yo tratando de contestar a su pregunta ;-).
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