Ayer celebramos Sinterklaas, una de mis tradiciones holandesas favoritas. La leyenda cuenta que el santo viene desde España en barco a celebrar su cumpleaños con los niños. Junto con sus divertidos ayudantes y su precioso caballo blanco va repartiendo regalos para los pequeños y no tan pequeños.
El hecho de que el buen hombre venga de mi país lo hace aún más entrañable. Aunque al principio me costó dejar aparte las imprecisiones históricas acerca del personaje y la lógica comparación con mis queridos Reyes Magos, lo reconozco.
Vivir y trabajar en un ambiente multicultural te demuestra que, si deseas que los niños aprendan varias lenguas, hay que darle todo el soporte posible a ambos idiomas. Y todo comienza por el respeto a su “otra mitad”, por el deseo de compartir sus costumbres y disfrutar usando unos “códigos” que no son los tuyos. ¿No es realmente eso lo que esperamos de ellos al enseñarles nuestra lengua materna?
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