Las vacaciones de verano suelen ser las elegidas por las familias para visitar su país de origen, aunque a veces este queda lejos o el clima no es estival y optan por otros destinos. En cualquier caso, son semanas en las que se pasa más tiempo juntos (con sus ventajas y desventajas, seamos sinceros) y todos ven estas fechas como una oportunidad para estimular el español de los niños.
Yo deseaba hacer un post acorde a la época en la que estamos y, la verdad, es que todo lo que voy a comentar no son “consejos de temporada”. Me parece que encajan mejor en la línea de actitudes o estrategias al relacionarnos con los pequeños, pero sí se pueden aplicar en vacaciones de forma más consciente y reflexiva.
¿Por qué he elegido verbos a modo de resumen? Porque son las palabras que expresan las acciones y para estimular la adquisición de una lengua en los niños debemos tener un rol activo, es un proceso que no se produce de forma automática y los adultos ponemos las condiciones ambientales para optimizarlo.
1. Esperar.
Cuando hablamos de crianza bilingüe y en general al comunicarnos con los niños, el verbo esperar me parece fundamental. Esta palabra tiene varias acepciones que son aplicables al proceso de adquisición de la lengua de herencia.
*Debemos ajustar nuestras expectativas a la realidad y edad del niño. Lo más probable es que se produzcan avances positivos, pero esperar que regrese hablando a nivel nativo puede ser fuente de frustración para todos. Cada palabra, cada frase, cada respuesta espontánea es un avance.
*Esperar a que él tome la iniciativa para hablar. Cuando estamos con otros familiares queremos facilitar la interacción, nosotros sabemos cuándo las preguntas que les hacen son complicadas y caemos en la tentación de contestar por ellos.
Observa en silencio. Un tiempo “extra” para organizar las ideas nos favorece a todos. Recuerda que su cerebro es bilingüe y todas sus lenguas están activas simultáneamente, los procesos cognitivos implicados en la selección/inhibición de léxico requieren de práctica.
2. Escuchar.
A veces guardamos silencio para pensar qué contestar en cuanto tengamos la oportunidad, (el que esté libre de pecado que tire la primera piedra). Pero los niños necesitan nuestra escucha activa, ese entender qué nos quieren decir más allá de la forma. Por ejemplo, si me dice «¿Mamá puedo un helado?», y yo contesto con una corrección gramatical del tipo «se dice puedo tomar un helado, repite bien», pues estaré dando el mensaje de que lo importante es cómo dice las cosas y no que exprese sus deseos en español. Para mí «escuchar» es ir más allá de lo puramente lingüístico y entender que la comunicación está por encima de todo. (Cómo actuar ante los errores es un tema a tratar en otra ocasión).
Es normal que los niños se acostumbren al acento, vocabulario o variedad de español que tienen en casa y puede que les cueste entender a otras personas. Durante las vacaciones hay más opciones para que escuchen diferentes modelos de habla.
3. Respetar.
¿Y si no quiere hablar? Lo normal es que haya que decirles que se callen, así que cuando sistemáticamente un niño no desea utilizar un idioma hay que pararse a pensar porqué.
Ante una situación concreta podemos reformular la frase del interlocutor para hacerla más sencilla, ofrecer un par de alternativas para que elija y facilitar la respuesta de forma que se sienta cómodo, etc.
El concepto de respeto es un pilar en mi forma de entender el proceso de adquisición de lenguas a edades tempranas, y en relación con la educación infantil. La crianza respetuosa es la forma de guiarlos, adaptándose a los ritmos de cada etapa y peculiaridades del niño, establecer límites razonables, ofrecerles ambientes estimulantes y verlo como una personita en aprendizaje continuo. Todo ello es aplicable al bilingüismo respetuoso…veraniego.
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